A lo largo
de dos años vivió en el exilio donde se relacionó con Melchor Ocampo y Ponciano Arriaga, entre otros liberales
republicanos que apoyaban a Benito Juárez. En 1855 regresó a
México por la frontera norte y participó en la batalla de Saltillo, teniendo como subalterno al capitán Ignacio Zaragoza que habría de triunfar más tarde, en 1862, sobre el ejército francés en la batalla de Puebla, cuando las fuerzas napoleónicas ingresaron al país en apoyo al imperio de Maximiliano de
Habsburgo.
En 1856, el presidente Ignacio Comonfort designó a Manuel Cepeda Peraza jefe
del batallón de Yucatán lo cual permitió al militar regresar a su tierra natal.
Un año después, le correspondió ir a Campeche, ya separado del estado de Yucatán, para sofocar una rebelión
encabezada por Pablo García Montilla, quien después fue el primer gobernador
campechano, pero al caer el gobierno local de Yucatán ante los imperialistas,
Cepeda Peraza debió marcharse nuevamente hacia Veracruz para
dar alcance a Benito Juárez, poniéndose a sus órdenes.
Luchó al lado del benemérito de
las Américas hasta el
año de 1859, en que este lo nombró para encabezar uno de los
batallones de Oaxaca. En esa entidad sostuvo importantes combates saliendo
victorioso de ellos. Ganada la libertad de Oaxaca, Puebla y Veracruz, recibió instrucciones para regresar a Yucatán e
intentar la liberación de su propio estado de las fuerzas imperialistas. En 1861 actuó como
comandante de las tropas juaristas en Sisal. Poco después, ya como comandante
general, sofocó en1862 la rebelión de Acereto para después luchar contra las tropas
imperialistas jefaturadas por Felipe Navarrete. Como resultado de esos
combates, Cepeda Peraza debió refugiarse en San Francisco de
Campeche en los
momentos en que las fuerzas francesas tomaron el puerto. Él, junto con otros
jefes republicanos, fue entonces deportado a La Habana.
Murió en marzo de 1869 por
enfermedad.
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